Quienes llevan una vida intachable y hacen lo correcto, indiscutiblemente son aquellos que también están habilitados decir la verdad con corazón sincero. Consecuentemente, esperamos de este tipo de personas que no se presten para el chisme ni para hacer daño a quienes les rodean; mucho menos para hablar mal de sus amigos.
No hay lugar para la contradicción aquí; el versículo es muy claro y no hay mucho que explicar. Personalmente no puedo imaginar a alguien que se presente ante los demás como una persona correcta y de carácter intachable mientras con su lengua enciende el fuego de la discordia y destruye todo ambiente amistoso, laboral y familiar con chismes, murmuración y críticas mal intencionadas. Definitivamente como mencionaba la enseñanza de Jesús en la reflexión anterior, "de la abundancia del corazón habla la boca". Tanto las acciones como las palabras dan cuenta de lo que está pasando en nuestros corazones. Cada acción y cada palabra son como un scanner que permite a los demás diagnosticar nuestro estado de salud interior; ya sean amarguras, rechazos, traumas, temores y vergüenzas. También nuestras cualidades, madurez, sabiduría, capacidad de amar y disposición para perdonar.
Aunque no es el tema de esta reflexión, quiero mencionar algo importante antes de terminar:
Creo en la buena intención de las personas y su ánimo para ser mejores, pero la buena intención sin la sanidad interior, no dará muchos frutos de virtud. Hay muchas semillas de oscuridad que el maligno plantó en nosotros durante muchos años antes de entregarnos a Cristo, y sus frutos han dañado nuestro carácter, nuestra capacidad de amar y de relacionarnos. Nuestras malas palabras han alimentado esas semillas y nos han arraigado en derrotas y fracasos que son dispensados sutilmente en nuestra vida cotidiana.
Te invito a meditar profundamente en las reflexiones de esta serie llamada "La lengua: el timón de la vida" y a tomar las acciones necesarias con respecto al hablar. Experimentarás un nivel sanidad interior importante que te llevará a un proceso inicial de transformación radical.
Dios ha de glorificarse en ti para que seas un(a) hijo(a) de Dios conforme a esta palabra que hemos estudiado.
El Señor te bendiga y haga resplandecer su rostro sobre ti.
Pr Alejandro Gil Sánchez