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martes, 16 de junio de 2015

La lengua: El timón de la vida. Mensaje #1

Saludos y paz de Cristo mis amados.

Comenzamos hoy una serie de varios mensajes sobre el uso de nuestra lengua para conectarnos con Dios y abrir los cielos sobre nuestras vidas mediante la buena "mayordomía" de nuestras palabras. Aprenderemos a ser responsables con esta preciosa facultad que es "el habla". 

Ya he publicado un par de mensajes al respecto meses atrás, pero Dios me lleva a compartir con la iglesia y el mundo esta llave de poder que nos fue dada a todos.

Con seguridad no recordamos las cosas que hemos dicho desde que aprendimos a hablar; pero si hay algunas frases, palabras y conversaciones que nos han marcado y con las que hemos marcado a otros. No imaginamos lo que unas palabras hicieron (bueno y malo) en nuestras vidas, ni lo que podrían resolver y transformar si las usáramos adecuadamente.

Dice Dios en Las Escrituras lo siguiente:


"Mirad también las naves; aunque son tan grandes e impulsadas por fuertes vientos, son, sin embargo, dirigidas mediante un timón muy pequeño por donde la voluntad del piloto quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, y sin embargo, se jacta de grandes cosas. Mirad, ¡qué gran bosque se incendia con tan pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, la cual contamina todo el cuerpo, es encendida por el infierno e inflama el curso de nuestra vida."

Santiago 3: 4-6 (LBLA)



No son simples palabras que se lleva el viento las que salen de nuestras bocas. Dios determinó dar poder de vida y muerte a las palabras; los ambientes espirituales son transformados por ellas y las implicaciones de cada dicho que pronunciamos pueden ser permanentes. De hecho, nuestro Padre Eterno creó y ordenó verbalmente todo lo creado.

He visto como se cumple este principio en todo tipo de personalidades; los emprendedores, los optimistas, los amargados, los consoladores, los quejumbrosos, etc. No son las circunstancias las que han generado la manera de hablar de ellos, sino más bien, ellos viven conforme sus bocas "decretan" lo que sus vidas han de ser.

Seamos responsables con el uso de la lengua. Comencemos a pensar en lo que vamos a decir en vez de pensar en lo que ya hemos dicho. Oremos para que El Espíritu Santo obre en nuestro hablar y veamos la manifestación del Reino de Dios como resultado de lo que decimos tanto en conversaciones como en oraciones y alabanzas.



"Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, 
Oh Jehová, roca mía, y redentor mío."
Salmos 19:14





Pr Alejandro Gil Sánchez