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jueves, 12 de noviembre de 2015

¿Tu fe o tus circunstancias?

Las circunstancias suelen ser un arma de doble filo en el camino de la fe debido a que muchas veces tienen el poder de determinar la manera en que andamos como cristianos.

Conozco personas a quienes las dificultades los acercan a Jesucristo para salvación, pero cuando vuelven los problemas tiempo después, se alejan de Cristo como si dicha salvación fuera poca cosa (en esos casos me queda la duda si fueron salvos); paradójicamente también hay quienes los tiempos de las "vacas gordas" los alejan del Señor porque están tan cómodos y todo está tan tranquilo, que no hay necesidad de Dios.

Cualquiera de estas circunstancias evidencia la inmadurez del ser humano y su imperante necesidad del poder del Espíritu Santo para caminar en Cristo adecuadamente. 

El tema en cuestión es que tanto los tiempos lluviosos como los soleados de la existencia han sido determinados por el Eterno Dios que nos ama y anhela ser lo más importante en nuestras vidas. Dios nos permite saborear y gozarnos en los días de prosperidad, pero también quiere que crezcamos en fe al pasar por las adversidades. Debemos ser conscientes de que nuestro papá Dios no deja de serlo por el solo hecho de disciplinarnos para hacer de nosotros mejores personas. 
El contraste mencionado nos ayuda a comprender que separados de Jesucristo nada podemos hacer (Juan 15:5) y que en "las buenas y en las malas" dependemos de él. Tengamos claro que su amor es inmutable y sus planes están llenos de perfección y sabiduría.

La pregunta es: ¿De donde provienen tus convicciones - de tu fe o de tus circunstancias? 

"Señor Jesucristo. Ayúdame a entender que el propósito de mi fe eres tu mismo y que la meta diaria de mi andar es tu presencia. 
Tu presencia no podrá ser superada por la prosperidad ni la adversidad; tu presencia está por encima de toda circunstancia y es allí donde mi vida tiene verdadero sentido." Amén.

Pastor Alejandro Gil Sánchez

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Cuando la verdad no te hace libre

Es curioso que a pesar de que este pasaje es tan conocido, leído, predicado y "recitado"; hemos tomado solamente el segundo renglón como norma de fe: "la verdad os hará libres".

Aquí nace una corriente de agua turbia que arrastra a muchos: palabra de Dios escrita para ser viva y eficaz, pero asimilada sin el espíritu de sabiduría y revelación por el cual ora Pablo:

"para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él"
Efesios 1:17

Las promesas de Dios generalmente son el punto #2 después del punto #1. Ellas están asociadas a algún propósito o son "activadas" cuando la "fórmula" específica de esa promesa está completa. Otras sencillamente obedecen a principios espirituales ya establecidos por El Eterno, pero las encontramos funcionando en algún contexto de la relación de Dios con la humanidad y/o su pueblo. Debido al desconocimiento de este detalle, nos hemos aferrado al punto #2 ignorando la importancia del cumplimiento del punto #1 para que la promesa cobre vida. 

Volviendo a Juan 8:32; leemos y re-leemos la verdad en las Escrituras, pero no pasa nada. Muchos sienten frustración al no experimentar nada con respecto a muchas verdades expuestas en el púlpito y se apartan de Dios y la iglesia, o sencillamente se resignan a un status quo de asistente dominical con pobre esperanza en el Señor. 

Yo he leído la Biblia en público a inconversos muchas veces, la he enseñado de modo personalizado y en pequeños grupos, pero al final... esa verdad (la verdad del Señor) no los ha hecho libres a todos por el hecho de ser la verdad. ¿cuál es la razón? - simple - esa verdad leída llegó como letra sin vida a la mayoría de las almas de esas personas. Si el Espíritu Santo no está dirigiendo al predicador y/o no está iluminando el entendimiento de lo oyentes, entonces esa palabra estará inactiva en esos corazones hasta que Dios decida hacer que dicha verdad sea conocida por aquellos en quienes fue sembrada.

También conozco (lo viví) el caso de estar en la fe, asistir a la iglesia, participar en el liderazgo y "tragar saliva" porque ciertas verdades leídas "estaban muy lejos" de ser reales en la vida del cristiano. Es como estar cautivo en una celda con las llaves del candado en la mano pero sin saber donde está la ranura para la llave. Este caso, muy común por cierto, es igualmente resuelto cuando Dios permite que su verdad sea conocida por sus hijos mediante la concesión de sabiduría y revelación (Ef 1:17).

"Conoceréis la verdad" -  es la clave de todo este asunto. La verdad conocida, según Juan 8:32, habla de la letra que trasciende lo informativo. Este conocimiento no llega por mera actividad académica, quien conoce está relacionado con aquello que está conociendo. Hay una "intimidad" entre el conocedor y aquello que está conociendo. El término griego en este pasaje es "ginósko" y denota el tipo de conocimiento relacional.

¿Y entonces que hacemos? - relacionemonos con la verdad. Jesús dijo "yo soy el camino, la verdad y la vida"; estoy convencido que muchas veces hemos llegado a tomar mucha información bíblica sin tener comunión genuina con El Señor, sin adorarle, sin estar en reposo delante de El y sin meditar en las Escrituras (recitar lo leído y darle vueltas una y otra vez) como debe ser.

Este es un tema amplio, pero a manera de reflexión se los comparto para que intimen con La Verdad que es nuestro Señor Jesucristo, y hagan de la meditación (al estilo bíblico) una costumbre. Revisen que efectivamente estén caminando en el Espíritu y así serán favorecidos con sabiduría y revelación.

"He aquí, tú deseas la verdad en lo más íntimo, y en lo secreto me harás conocer sabiduría."
Salmo 51.6

Ahora sí, declara creyendo y con entendimiento:
¡CONOCERÉ LA VERDAD Y LA VERDAD ME HARÁ LIBRE!
En tu nombre Jesucristo, amén.


Que El Eterno los bendiga con sabiduría de lo alto.

Pr Alejandro Gil Sánchez.